Lo primero que uno descubre en cualquier ciudad de la India
es que hay un orden dentro del caos. Rickshaws, bicicletas, motos, 4x4, coches…
forman parte de un denso y loco tráfico a cualquier hora del día. Cruzar,
concham-concham, como ellos dicen, despacio y dejándote ver, es un riesgo y un
acto de fé. Las bocinas suenan constantemente, te adelantan a la derecha y a la izquierda y se respira aire
contaminado. Por supuesto, no hay semáforos ni señales de Ceda, control de velocidad o stop.
Y no se me ocurre otra cosa que hacerme con una bicicleta para moverme en esta jungla.