lunes, 21 de marzo de 2016

Supersticiones

En Maha Shivaratri que fue hace unas semanas, coincidiendo con la última Luna Nueva, los hindúes pasaron la noche sin dormir, al menos los más creyentes. Esa noche, dicen, la Luna baja a la Tierra para celebrar el amor entre Shiva y Parvati (dos de los dioses más importantes del panteón hindú). Es por eso que cualquier forma de oración o meditación es entonces más efectiva, puesto que el ser humano no está bajo la influencia de la Luna. Los practicantes del hinduismo rezan, cantan y hacen pujas en Shivaratri. Para hacer una puja hay que limpiar muy bien la casa y tomar un baño. De no ser así, sería una falta de respeto a lo divino.
Este año, la celebración de Shivaratri terminó con un eclipse de Sol de madrugada. Nadie mejor que los hindúes para explicar este fenómeno a un niño. Raji me dijo que aquella mañana una cobra se había tragado el Sol y por eso se había producido un momento de oscuridad total. Sabiendo esto, a nadie se le ocurre discutir que las horas posteriores a este acontecimiento los rayos de Sol sean perjudiciales para los seres más puros. Las vacas, las embarazadas, los niños o los ancianos no pueden salir a la calle, pero tampoco está recomendado para algunas personas según su horóscopo. Por eso, de camino a casa solo me encontré aquel día puertas cerradas y silencio en el camino en el que diariamente tengo que saludar diez o doce veces y repetir diez o doce veces que no tengo caramelos.
La Chandramama, la Luna, y Surya, el Sol, no son los únicos blancos de superstición. Tampoco las salamanquesas pueden tocarte la piel y mucho menos la cabeza. Una mañana una salamandra cayó encima de mí al abrir la puerta de casa. Una de esas grandes que casi parecen dragones. Cuando se lo conté a Raji, ella se tapó la boca presa de pánico.
- ¿Qué hiciste?- preguntó.
- Asustarme y gritar- respondí.
- Pero, ¿qué hiciste después?- insistió.
No supe qué decir. Supongo que seguiría mi vida normal, me quitaría las sandalias y encendería el ventilador de la habitación. Sin embargo, esa no era la respuesta que ella esperaba. Raji me contó que debería haberme dado un baño y haberme ungido con aceites para evitar la mala suerte. Todo muy loco.
Aquí evitan el mal de ojo dibujando a los bebés un punto negro en la frente y en la mejilla y a las personas en la palma de la mano y la planta del pie. La derecha, si eres hombre; la izquierda, si eres mujer. Y cuando estás enfermo te limpian el aura al atardecer con la tierra del camino y las hojas de una planta que no reconozco bien y que luego tienes que saltar tres veces con el sari o el lungui recogido.

Dentro de todo este lenguaje, yo tengo una superstición favorita, es el gesto sin palabras más mágico de todos, articulado únicamente por el tacto. Ese momento en que los hombres y las mujeres tocan los objetos con la mano derecha y se la llevan a la frente y al corazón, especialmente a las cosas o las personas que consideran sagradas, porque de esta manera se llenan la mente y el corazón con la energía transparente de lo divino.