domingo, 3 de enero de 2016

La taza vacía

Dicen de India que no te deja indiferente. La amas o la odias. Tienes únicamente esas dos opciones. Culturalmente es uno de los países más especiales del mundo, con más de veinte lenguas reconocidas y muy diversas religiones y formas de entender la vida. Es allí donde hace 5000 años nació el Yoga, pero también tienen su origen en India la trigonometría, el álgebra, el ajedrez, el budismo, el hinduismo y el jainismo. El matrimonio concertado, el sistema de castas (presente aún en la forma de relacionarse y de vivir), la medicina ayurvédica, la mehandi, el karma, las ceremonias de enterramiento, el bindi, historias fantásticas que implican a dioses y héroes de su mitología, la danza tradicional, el holi, las lamparitas de arcilla con su mecha de luz. Decenas de costumbres y creencias que se remontan al origen de la civilización.

Toca vaciar la taza para comprender. Para aceptar. Para vivir la India de otra manera. Así que olvidaré todo lo que sé de ella. Porque opinamos constantemente, hacemos juicios de valor sobre lo que vemos, ponemos etiquetas, acumulamos experiencia. 
Pero la India es. Nuestro ego la convierte en un lugar sobre el que podemos decir esto o lo otro. Nos enfadamos con respecto a lo que pasa y nos maravillamos de los colores y las luces. Pero simplemente es. 

Algo así como lo que hacemos con el Año Nuevo. Vaciar la taza y volver a preparar el té.


Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen.  Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad -Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:

-“A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”