miércoles, 25 de noviembre de 2015

Vacas, cerdos brujas

Hoy casi atropellamos una vaca. Una búfala, en concreto. Cruzaba la carretera sin atender al paso de peatones. Las vacas deambulan a sus anchas por la ciudad y por el campo. Creo que ya lo había dicho. El conductor de rickshaw ha hecho un quiebro para evitar hacerle cualquier rasguño. Las vacas son sagradas. Divinidades. Podíamos habernos metido en un lío. También son divinas las pizarras en las que escriben los niños. Cuando están preparados para el aprendizaje de la lectura, los padres hacen una puja para bendecir el pizarrín. Y suponen que Saraswati, la diosa del conocimiento, se materializa en él. Por eso, el otro día cuando noté el suelo frío y me dispuse a sentarme sobre un pizarrín que no estaban usando las niñas, Rajeswari me dijo que no muy insistentemente. Yo pensaba que solo quería que estuviese más cómoda y que me trajo otra alfombra por deferencia. En realidad era por deferencia, pero a la diosa Saraswati, para que yo no le pusiera encima mi trasero.
Los cerdos se comen la basura. Y están tremendamente cebados. Los pequeños son muy divertidos, rosaditos, y me recuerdan siempre a Bave, el protagonista de la película de Disney. No entiendo cómo un cerdo puede ser un héroe. La carne de cerdo está únicamente permitida como alimento para una determinada casta. Una de las más bajas. Porque es alimento sucio. Así también son consideradas las castas más miserables, impuras, contaminadas. Por eso, porque son impuros, los indios que vienen de linaje muy pobre no están acostumbrados a que les toquen. Supongo que está grabado en su ADN. A los perros les ocurre algo parecido; no es que rechacen el contacto humano, es que lo temen. Levantarles la mano, aunque sea sólo para jugar o indicarles que se alejen, es entendido como una terrible amenaza. Se echan en el suelo y meten el rabo entre las piernas muertos de miedo. Están acostumbrados a ser apaleados y apedreados. Según la creencia popular, los canes, animales callejeros, son reencarnaciones de delincuentes y ladrones. Por eso es lícito tratarlos como perros. Y nunca mejor dicho.
Los que tratan como perros a la gente son los travestis. Una vez vi a un travesti (eunuco o hijra) darle una enorme colleja a un hombre que no atendía a su petición de limosna. Nadie quiere ponerse a mal con ellos, porque pueden echar mal de ojo o lo que es peor, enseñar sus partes (algo tremendamente espantoso a los ojos de los indios). Su papel en la sociedad es el de chivos expiatorios. Limpian de culpa a los niños recién nacidos y se quedan con sus pecados dentro de sí. Es fácil reconocerlos porque visten de forma muy llamativa, con colores fuertes y maquillaje extravagante. Lo que yo no sabía cuando uno se dirigió a mí en la estación de Chennai es que podían maldecirme como las brujas. Me andaré con cuidado la próxima vez y les ofreceré cien rupias, como mínimo, si me los vuelvo a encontrar, para deshacer el daño de cualquier malentendido cultural.



Boda de domingo

-         In Spain different-different- le digo a mi amigo.
Me ha invitado a la boda de su hermana y la primera impresión, la primera imagen que recibo es la de un rostro lleno de temor detrás de tanto colorismo y tantas flores. Su hermana que me mira y me sonríe con complicidad, aunque apenas hemos cruzado unas palabras la semana anterior. Siento que me conoce más a mí que al hombre que tiene a su lado y con el que va a compartir el resto de su vida.
-         Here first marriage, then love. If love. In Spain first love, then marriage. Then get divorce, if problems.
Él me mira con la misma sonrisa con la que nos ha recibido a la entrada del templo por la mañana y no sé si me ha entendido o si sólo está sonriendo por la forma que tengo de comer el arroz con las manos.
En India los matrimonios son concertados en un tanto por ciento muy elevado. Los padres buscan un marido para sus hijas cuando estas tienen edad de casarse y consultan con el astrólogo la adecuación del elegido, así como la fecha y la hora.
Quien elige casarse por amor es a veces repudiado por su familia.
La mujer no ve al hombre antes del día del matrimonio. Es el hombre quien debe confirmar si ella le gusta.
-         My family is very happy- me afirma él.
Y entiendo que sí, que tal vez pueda funcionar. Que el arreglo se hace con el convencimiento de que los novios serán felices.
- You take care of her- le digo al hombre que han casado con mi amiga. Porque en ese momento se convierte en mi amiga. En mi hermana. No sé qué extraño lazo me une a ella. Pero de repente siento que existe y tengo miedo yo también. Tal vez por toda la idiosincrasia que hay detrás de esta institución, por el poco valor que tiene la mujer en India, la escasa capacidad de decisión, la identidad robada por el padre, primero, luego por el marido.
Al rato, me acude a la cabeza esa pregunta frecuente: ¿El nombre de tu padre? A veces me dan ganas de repetir mi nombre, porque es el que es y decir que qué le importa a él o ella el nombre de mi padre si no está aquí.
- But I respect your traditions- apostillo, porque no quiero herir a mi amigo ni hacer un juicio de valor sobre lo que no he experimentado, lo que no conozco con profundidad, lo que no entiendo.
Y él sigue sonriendo. Y no sé si lo hace porque no me entiende o porque se ha dado cuenta de que el arroz tiene demasiado picante y estoy empezando a ponerme colorada.

martes, 10 de noviembre de 2015

Akkas

Los campesinos y trabajadores se encuentran en la base del sistema de castas de la India sólo por encima de los parias (dalits), dedicados a las labores de limpieza y los trabajos peor considerados (incineraciones, manipulación de excrementos..).
Existen reglas de comportamiento estrictas que limitan a las personas que corresponden a una determinada casta, de manera que cada quien tiene su papel en la sociedad y no puede cambiarlo. Cada casta tiene su religión y su oficio. Hay infinidad de subcastas dentro de las principales definidas en el Rig-Veda: sacerdotes o brahmanes, guerreros o kshatriyas, comerciantes o vaishas, campesinos o sudras y dalits o intocables. Aunque la ley abolió toda discriminación basada en el sistema de castas, aún hoy día perviven las costumbres ligadas a esta jerarquía en la vida cotidiana.
Afortunadamente, aquí en Anantapur, la Fundación ha hecho un trabajo excelente para mejorar la vida de los parias y los grupos tribales. Las akkas, encargadas de las labores de limpieza, cuidado y servicio en el Campus, corresponden a una de las castas más bajas e impuras. Sin embargo, yo no los veo un color diferente. Y si de verdad es el kharma lo que determina una mejor reencarnación, la bondad que transmite esta gente les llevará a la cúspide de la pirámide.

1
Comenzaron a decirme sus nombres. Nalama, Kantama, Kalama, Shivama. Me pregunté por qué todas tenían un nombre que terminaba de la misma forma. No era noche Luna Llena, pero me habían prometido ponerme henna en las manos. Me dibujaron un redondel en la palma de la mano, con una pasta fresca y pringosa. Estábamos todas sentadas en el suelo y ellas parloteaban en telugu. Me explicaban las razones de aquella tradición. Es bueno para la salud. Y un atributo de belleza en India. Me quitaron las sandalias y también me pusieron henna en los pies. Luego nos tumbamos boca arriba para ver las estrellas y ellas seguían charlando y yo respondía undi, ledu-ledu, concham. Y les recordaba que me daban miedo las serpientes, que no fueran a dejarme sola allí. Se reían. Era un círculo de mujeres. De edades heterogéneas. Y yo había entrado en él a través de aquel ritual. En ese momento dejé de ser la madame a la que servían el desayuno y la cena y me convertí en una más.

2
Me imita siempre cuando hablo. Nunca ha tenido ninguna vergüenza. Se ríe a carcajadas. Es feliz. Y curiosa. Nos mira cuando trabajamos a través de la ventana. Hace su trabajo con amor. Incluso la forma que tiene de cortar las verduras es amable.
El sábado tuve un ataque estomacal y me tumbé en la alfombra del aula debajo del ventilador para descansar un poco. Ella apareció de repente, sin haberle llamado y me pidió que me tumbara boca abajo. Amama masagge pillola. Entendí algo como que su abuela le había enseñado una técnica ayurvédica cuando era niña para mejorar los dolores de estómago.
Me masajeó las lumbares y me pellizcó la columna con cuidado y los brazos y piernas de un modo ágil y rápido. Unos minutos después yo había recuperado el color.
- Tú, chamana- le dije.
Y se partía de risa.

3
Les dijo que venía de Kalyandurg, que era médico. Le preguntó a la más viejita por qué respiraba con tanta dificultad. Le prometió auscultarle después de la cena. Una tras otra fueron entrando a la noche en casa, consultándole todas sus dolencias a mi amiga y convirtiendo mi habitación en una sala de urgencias. 

4
Le dije que su sonrisa era very nice. Le aclaré. Mucho más guapa cuando tú ríes. Y acompañé las palabras en castellano con un par de gestos referenciales. Ahora no deja de sonreír cuando me ve. Con unos dientes blanquísimos. Hoy me regalado un semi-abrazo (uno completo es casi imposible en esta cultura) y después me ha dicho:
-         Akka, ledu. Raji.
A lo que yo he respondido con una sonrisa plena de satisfacción.
-         Madame, ledu. Gema.




viernes, 6 de noviembre de 2015

Lo que te contaría tomando un café

Lo que te contaría tomando un café son cosas pequeñas.

Las cosas pequeñas que me pasan aquí a veces tienen que ver con bichos pequeños. Un par de veces me he cogido pulgas, te diría; lo mejor para la picazón es el bálsamo de tigre. Me dirías que has usado el de color rojo, que alguien te lo recomendó para los dolores musculares. Pero este es blanco y lo encontrarías en cualquier farmacia, respondería yo.
Seguiría con los piojos. Me quejaría de que todos los días me paso la liendrera después de la ducha. Que hoy le pedí a la akka si podía comprobar que tenía el pelo limpio, porque el otro día me saqué un piojo. La akka que significa “hermana mayor”, te aclararía, es quien se encarga de las niñas en la escuela, limpia y cocina. Me ha dicho que me ponga henna en el pelo para matar los piojos. Tú me dirías que mejor vinagre, que me coloque luego una bolsa de plástico en la cabeza y me la deje un rato. Imagínate la fotografía del momento.
Como curiosidad te explicaría también que las arañas saltan, que hay sapos enanísimos, que he visto un par de mantis religiosas y que me unto de Relec mañana, tarde y noche.

Lo que te contaría tomando un café tiene que ver con el lenguaje y la comunicación.

Te diría que ya sé contar hasta diez en telugu. Okati, rendu, mudu, nalugu, aidu. Te diría que sé contar hasta diez, pero sólo contaría hasta cinco. Te comentaría cuál es mi palabra favorita en lengua de signos. La reproduciría. Comenzaría bajo los labios y luego llevaría la mano hacia la derecha moviendo los dedos como si fueran olas para decir color. A propósito, mencionaría que España se dice señalando el corazón, por el amor que le tienen al padre Vicente. Refunfuñando accedería también a decirte que mi signo es uno que señala la nariz, que por poco que me guste es mi rasgo más característico y que aquí a todos les encanta. Repetiría la conversación modelo que tengo con la gente de mi entorno. Que soy logopeda en la Escuela Primaria. Que mis padres están en España. Que aún no estoy casada, no, pero tengo un hermano que sí lo está. Que tiene dos bebés. Que son gemelos. Que no estoy casada por qué. Que mi estómago va mejor. Que me quedo un tiempo largo. Te partirías de risa cuando te contara que a veces me pongo a hablar con ellos en español y ellos me responden en telugu y que así podemos estar unos minutos entendiéndonos a medias. Sería algo así como
YO: bla-bla-bla
INDIO: kalarra kalakala kalama.
YO: ahhhh, kalama, ok, bla-bla.
INDIO: kalama, naaaa?
YO: na.

Si me tomara un café contigo te hablaría de mi barrio.

Del Beauty Parlour, el centro de Belleza, que hay de camino a la escuela. De la mujer que me hace las cejas con hilo y que no tiene ninguna visión de empresa abriendo un negocio en medio de la nada. Del sillón de dentista que aún tiene envuelto en papel de embalaje en la pequeña habitación donde te atiende. De que se cambia las gafas tres veces para ver si te ha hecho bien la depilación. Te hablaría también de la peluquería “Cortar y peinar” que han abierto frente a Main Campus. Te contaría que mi vecina deja la puerta de casa siempre abierta, que lo que le da miedo es cerrarla y quedarse sola dentro. Te hablaría del hombre de lungui en el kiosko junto a Main Campus, que en la puerta de atrás guarda cervezas en una heladera, que tiene 70 años sin arrugas en la frente y un hijo que me trae a casa en rickshaw. Y del trabajador de la escuela que se encarga de mi bicicleta, de llevarla al taller, que me ha comprado un llavero horterísimo para el candado.

Si me tomara un café contigo, me callaría y saborearía la taza de café; te diría que me sabe intenso y delicioso, porque aquí no se toma. Y que bebo leche de vaca recién ordeñada por la mañana. Que el otro día me presentaron a la vaca en cuestión y le dije “Namasté” muy educadamente. Pero me contestó “ambaaaa” que es como mugen aquí las vacas.


Estaríamos toda la tarde charlando. Una cosa tras otra, pequeñas cosas, según como se mire. Te diría de la India que tiene mil caras. Te invitaría a otro café para explicártelo.

lunes, 26 de octubre de 2015

Retratos de la India

En los pocos viajes que hasta ahora hice por India me he dado cuenta de que es casi imposible recoger con la cámara fotográfica instantes especiales que tienen un rostro como protagonista. Por eso, voy a tratar de describirlos como si fueran haikus o microrrelatos, para no olvidarlos nunca.
Un hombre de barba rala y lunghi raido al que compré un té en la estación y que juntó las palmas de las manos como señal de agradecimiento cuando arrancó mi autobús en Pondicherry.
Un hombre joven que me preguntó en un templo de columnas casi etruscas en hindi si yo venía de la zona de Cachemira.
Una anciana espontánea, curiosa, que se acercó a mí y me señaló los pendientes. Una vez se los había probado, yo era incapaz de pedírselos de vuelta. No dejaba de reír con la boca cerrada por la vergüenza de no tener dientes.
Un niño que cantaba en el umbral de la puerta de un templo con gran motivación y que luego corrió tras de nosotros para pedirnos una foto.
El conductor del autobús que se echaba las manos a la cabeza porque no nos entendíamos y al que yo no dejaba de repetirle "Daia chessi, repu pani" para tratar de convencerle de que nos dejara subir al autobús y poder llegar a tiempo a Anantapur para trabajar por la mañana.
Una mujer que daba las gracias a los cuatro puntos cardinales junto a la piscina de un templo en Kanchipuram.
La sombra de un hombre sentado bajo un árbol sagrado al atardecer meditando en posición de loto junto a la carretera. La figura de un occidental sentado bajo el Banyan Tree de Auroville a la mañana.
Un santurrón con pintura en la cara y el cuerpo que nos explicó los pequeños misterios de un pequeño templo poco visitado, casi escondido en una esquina de la calle, pero con siglos de historia.
Una muchacha de una zona rural del norte de Andra Pradesh, la primera en conseguir un título universitario de su pueblo, que nos regaló una canción que ponía los pelos de punta.
Una mujer joven con sari y una mirada llena de preguntas y de misterio que apoyó unos segundos la frente con los ojos cerrados en el Banyan Tree e hizo bailar las manos sobre su cabeza después de recoger la energía que se atribuye a este árbol antes de desaparecer.
Y una viejita que me contó que su hijo había muerto y que me agarró de la mano cuando le dije que, como ella, yo también vivía sola. Luego no quería separarse de mí y me miraba con ojos de comprensión.




viernes, 16 de octubre de 2015

Sensaciones

En Andra, el olor de la vegetación es diferente. El olor de la cocina es diferente. Huele a curry y a pan de maíz.
El aire es pesado, el calor pegajoso, la lluvia suena como un instrumento musical y no cala la piel.
Las mujeres, las niñas también, llevan polvos de talco en la cara. Los hombres llevan todos bigote.
Los chicos juegan conmigo a voley cada tarde con los pies descalzos y en el comedor se sientan en el suelo y comen con las manos. Arroz por la mañana, arroz por la tarde, arroz por la noche.Comer es tan importante que no preguntan ¿qué tal?, sino ¿has comido ya?
Un hindi, kohl en los ojos, pendientes largos, henna en el pelo, un pendiente en la nariz y un sari son algunos ingredientes que hacen a una mujer bella.
Sonríen. Siempre. Pero eso no significa que les guste vivir en la India.
El ritmo está enlentecido.
En India, la sociedad está jerarquizada. Mucho. El guarda se levanta de la silla cuando salgo o entro en el Campus. Y me llaman Madame.
En las escuelas no hay aprendizaje significativo y los niños y las niñas, también las niñas, afortunadamente, cantan las lecciones como papagayos.
El sol es intenso. En la ciudad y en el campo. El olor a podrido es intenso junto a los ríos.
Las vacas pasean a sus anchas por la ciudad. Los cerdos pasean a sus anchas por el campo. La carne de cerdo se reserva para las castas más bajas. La carne de vaca no se puede comer.
Los niños corren hacia mí cada mañana por los caminos del pueblo, ríen, me dan la mano y los buenos días. Chocolat, chocolat, gritan.
La muerte es una visitante frecuente. La gente muere porque no tiene recursos para pagar sus tratamientos. La gente muere porque enferma de malaria y no acude al hospital. La gente muere porque apenas hay agua y sin agua no hay vida. En los meses de calor, niños y ancianos enferman y se deshidratan.
Las mujeres se pintan la Luna Llena en la palma de la mano. Los hombres llevan falda. O lunghi.
Los hombres trabajan en el campo. Las mujeres trabajan en el campo. Las mujeres trabajan en la casa.
Hay una centena de especies diferentes de serpientes, incluida la cobra imperial. Lunes, en lengua de signos, se dice serpiente. Morir por una picadura de serpiente anuncia una reencarnación favorable.
En la India no hay peluqueros. El pelo de las mujeres se lleva a los templos como ofrenda a los dioses para recibir su bendición.
Hay más de cien dioses y cien nombres largos e impronunciables en la mitología. Y varios libros épicos. Hay sonidos del telugu que mi oído no discrimina.
En Andra, la noche es inquietante. Pero la vida se abre paso.

Momento a momento.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Lluvia

Anantapur es una región muy árida. El monzón nunca favorece a este distrito, se equivoca de fechas y no llega a tiempo de la cosecha, se ausenta en ocasiones. No llueve en un perímetro concreto alrededor de la ciudad; se trata, por sus condiciones geográficas, de algo como un microclima. El calor es insoportable ya en estas fechas y por si fuera poco, en abril y mayo hay diariamente unos 40º y la temperatura puede superar los 45º. “El agua es vida” me aseguraba el otro día un conductor de la Fundación (y sin embargo, el agua trae más dengue, pensaba yo). Los depósitos se llenan, se alimentan los campos y uno puede calmar la sed.

Lo primero que hizo Vicente Ferrer cuando llegó a Anantapur fue cavar pozos y trabajar con los agricultores, puesto que estos representan el 75% de la población y el clima tiene un impacto muy importante sobre su difícil desarrollo. Aún hoy sigue existiendo un proyecto agroecológico en la Fundación para la construcción de tanques y presas, la promoción de energías alternativas y de métodos de riego por goteo y aspersión y la reforestación del suelo con árboles frutales. Además los agricultores de las zonas rurales acuden a la ciudad a recibir formación para poder trabajar el suelo con el mayor aprovechamiento de los recursos.

Desde que estoy aquí ha habido monzón un día tras otro, siempre cuando llega la noche. La lluvia cae y forma ríos de agua y enormes charcos que hacen sonar las gotas con un tintineo especial. No es igual la lluvia en India, la lluvia en la montaña o la lluvia de Madrid. Que haya llovido tanto desde mi llegada debe de ser un buen presagio.

viernes, 2 de octubre de 2015

Mujeres y saris

Las mujeres con sus saris ponen alegría a la India más gris con telas de seda brillantes y vistosas. Sin embargo, ser mujer en India no es para vestir de colores. Uno puede imaginarse cuánto vale una mujer cuando descubre que está prohibido dar a conocer el sexo del bebé a los padres para evitar abortos provocados y el infanticidio femenino. El mejor destino que puedes imaginarte como mujer es el matrimonio, concertado en el 80% de los casos, sobre todo en el ámbito rural. La mujer tiene valor solo al lado de un hombre, como bien económico y como madre; si un matrimonio no tiene hijos, la culpable es siempre ella y el hombre suele tomar a la hermana pequeña de esta como segunda esposa. Si una mujer se queda viuda pierde valor social y es marginada. Aunque hay leyes que lo prohiben, siguen existiendo acuerdos monetarios en relación con la dote que los padres ofrecen en los matrimonios concertados. El acceso a la educación, la sanidad y la economía están si no vetados, obstaculizados para las mujeres, de manera que el cambio está aún lejos, a pesar de las leyes que el Gobierno indio lleva implantando las últimas décadas luchando contra las desigualdades. La discapacidad es un problema añadido. Las mujeres discapacitadas son más vulnerables a sufrir abusos de parte de los hombres de sus familias y ni siquiera son presentadas a la sociedad. Son invisibles. Si consiguen un trabajo, a veces facilitado por Ong como la Fundación Vicente Ferrer, entonces, su cotización aumenta y tienen más posibilidades de que las pidan en matrimonio, si bien a veces con hombres mayores.
Sin embargo, y a pesar de que esta es una de las peculiaridades de la India que más me cuesta afrontar sin enfadarme, en ocasiones, puedo ver la semilla del cambio. Rajeswari, la logopeda de la escuela de Bukaralla de la Fundación, es viuda. No sé de dónde sacó la fuerza para irse sola a Bangalore, dejar a sus hijos con sus padres dos años después de la muerte de su marido y estudiar Hearing and Audition para tener otra vida. Y Suda, que tuvo polio de niña y tiene problemas de movilidad, está casada, trabaja como profesora de ciegos y tiene dos niños preciosos, uno de ellos con una daño neurólogico que ella dice, es un regalo de los dioses. Si le miras un segundo y esperas a ver su sonrisa no dudas de que lo que ella dice es cierto. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

La bicicleta

Lo primero que uno descubre en cualquier ciudad de la India es que hay un orden dentro del caos. Rickshaws, bicicletas, motos, 4x4, coches… forman parte de un denso y loco tráfico a cualquier hora del día. Cruzar, concham-concham, como ellos dicen, despacio y dejándote ver, es un riesgo y un acto de fé. Las bocinas suenan constantemente, te adelantan a la derecha y a la izquierda y se respira aire contaminado. Por supuesto, no hay semáforos ni señales de Ceda, control de velocidad o stop.
Y no se me ocurre otra cosa que hacerme con una bicicleta para moverme en esta jungla.

martes, 1 de septiembre de 2015

Aum

Llevo tatuado el "aum" en el costado izquierdo desde que tenía 21 años.
Lo canto antes de hacer una sesión de yoga desde que tenía 26.
Lo recito en silencio cuando siento agotamiento o miedo en la montaña desde que tenía 30, el año que visité Nepal.
Lo escuché por vez primera ni siquiera recuerdo cuándo.

El "aum" es el sonido primordial en la mitología hindú, tan sagrado, que cuando se pronuncia, nadie debería oírlo. Se repite siempre al principio de una oración. Se dice que este sonido, estas simples sílabas, precedieron al universo, a la creación.

"De las tres letras que lo componen "a" es el primer sonido que se produce al abrirse la boca, es el despertar de la conciencia, el comienzo de la exhalación de aire. "Um" es el fin de la espiración. "Aum" es símbolo del pasado y también del presente y del futuro. Es la raíz que unifica los átomos del mundo y de los cielos" (J.C. Blanc Los orígenes del mundo. Mitología india"

"Aum" es el principio y el fin de todo y nos recuerda que el fin es también el comienzo de algo nuevo.

lunes, 13 de julio de 2015

Cosas que se dicen de India

"Una de las bendiciones de la India es su innata capacidad para que lo que parece imposible sea sólo difícil, y que lo difícil, con paciencia y perseverancia, se solucione". Las palabras de Ion de la Riva, Embajador de España en la India, sintetizan a la perfección la transformación que la Fundación Vicente Ferrer ha logrado en el distrito indio de Anantapur o 'ciudad del infinito', significado de la palabra en 'telugu', lengua local. Verónica M. López | Madrid

jueves, 2 de julio de 2015

Mañana los lotos se humedecerán con el rocío

Cuando me hablan de India siempre pienso en la Ciudad de la Alegría, en los colores de los saris, en la EGB y en Lakshmi, mi amiga por correspondencia, en los sabores de los platos que sirven en Lavapiés y en aquella niña nepalí que, justo en el primer instante de la tormenta, levantó la vista al cielo y, abriendo los brazos, empezó a correr bajo la lluvia del Monzón con una sonrisa en la cara.