Las
mujeres con sus saris ponen alegría a la India más gris con telas de seda brillantes y vistosas. Sin embargo, ser mujer en India no es para vestir de colores. Uno puede imaginarse cuánto vale una
mujer cuando descubre que está prohibido dar a conocer el sexo del bebé a los
padres para evitar abortos provocados y el infanticidio femenino. El mejor
destino que puedes imaginarte como mujer es el matrimonio, concertado en el 80%
de los casos, sobre todo en el ámbito rural. La mujer tiene valor solo al lado
de un hombre, como bien económico y como madre; si un matrimonio no tiene
hijos, la culpable es siempre ella y el hombre suele tomar a la hermana pequeña
de esta como segunda esposa. Si una mujer se queda viuda pierde valor social y
es marginada. Aunque hay leyes que lo prohiben, siguen existiendo acuerdos monetarios
en relación con la dote que los padres ofrecen en los matrimonios concertados. El acceso a
la educación, la sanidad y la economía están si no vetados, obstaculizados para
las mujeres, de manera que el cambio está aún lejos, a pesar de las leyes que
el Gobierno indio lleva implantando las últimas décadas luchando contra las
desigualdades. La discapacidad es un problema añadido. Las mujeres
discapacitadas son más vulnerables a sufrir abusos de parte de los hombres de
sus familias y ni siquiera son presentadas a la sociedad. Son invisibles. Si
consiguen un trabajo, a veces facilitado por Ong como la Fundación Vicente Ferrer, entonces, su cotización aumenta y tienen más
posibilidades de que las pidan en matrimonio, si bien a veces con hombres
mayores.
Sin
embargo, y a pesar de que esta es una de las peculiaridades de la India que más
me cuesta afrontar sin enfadarme, en ocasiones, puedo ver la semilla del cambio.
Rajeswari, la logopeda de la escuela de Bukaralla de la Fundación, es viuda. No sé de dónde sacó la fuerza para irse sola a Bangalore, dejar
a sus hijos con sus padres dos años después de la muerte de su marido y
estudiar Hearing and Audition para tener otra vida. Y Suda, que tuvo polio de
niña y tiene problemas de movilidad, está casada, trabaja como profesora de
ciegos y tiene dos niños preciosos, uno de ellos con una daño neurólogico que ella dice,
es un regalo de los dioses. Si le miras un segundo y esperas a ver su sonrisa
no dudas de que lo que ella dice es cierto.
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