viernes, 2 de octubre de 2015

Mujeres y saris

Las mujeres con sus saris ponen alegría a la India más gris con telas de seda brillantes y vistosas. Sin embargo, ser mujer en India no es para vestir de colores. Uno puede imaginarse cuánto vale una mujer cuando descubre que está prohibido dar a conocer el sexo del bebé a los padres para evitar abortos provocados y el infanticidio femenino. El mejor destino que puedes imaginarte como mujer es el matrimonio, concertado en el 80% de los casos, sobre todo en el ámbito rural. La mujer tiene valor solo al lado de un hombre, como bien económico y como madre; si un matrimonio no tiene hijos, la culpable es siempre ella y el hombre suele tomar a la hermana pequeña de esta como segunda esposa. Si una mujer se queda viuda pierde valor social y es marginada. Aunque hay leyes que lo prohiben, siguen existiendo acuerdos monetarios en relación con la dote que los padres ofrecen en los matrimonios concertados. El acceso a la educación, la sanidad y la economía están si no vetados, obstaculizados para las mujeres, de manera que el cambio está aún lejos, a pesar de las leyes que el Gobierno indio lleva implantando las últimas décadas luchando contra las desigualdades. La discapacidad es un problema añadido. Las mujeres discapacitadas son más vulnerables a sufrir abusos de parte de los hombres de sus familias y ni siquiera son presentadas a la sociedad. Son invisibles. Si consiguen un trabajo, a veces facilitado por Ong como la Fundación Vicente Ferrer, entonces, su cotización aumenta y tienen más posibilidades de que las pidan en matrimonio, si bien a veces con hombres mayores.
Sin embargo, y a pesar de que esta es una de las peculiaridades de la India que más me cuesta afrontar sin enfadarme, en ocasiones, puedo ver la semilla del cambio. Rajeswari, la logopeda de la escuela de Bukaralla de la Fundación, es viuda. No sé de dónde sacó la fuerza para irse sola a Bangalore, dejar a sus hijos con sus padres dos años después de la muerte de su marido y estudiar Hearing and Audition para tener otra vida. Y Suda, que tuvo polio de niña y tiene problemas de movilidad, está casada, trabaja como profesora de ciegos y tiene dos niños preciosos, uno de ellos con una daño neurólogico que ella dice, es un regalo de los dioses. Si le miras un segundo y esperas a ver su sonrisa no dudas de que lo que ella dice es cierto. 

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