Cuando me hablan de India siempre pienso en la Ciudad de la Alegría, en los colores de los saris, en la EGB y en Lakshmi, mi amiga por correspondencia, en los sabores de los platos que sirven en Lavapiés y en aquella niña nepalí que, justo en el primer instante de la tormenta, levantó la vista al cielo y, abriendo los brazos, empezó a correr bajo la lluvia del Monzón con una sonrisa en la cara.
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