viernes, 29 de julio de 2016

Flor de loto (2)

Ayer hablaba de la flor de loto. Y de la vida que se abre paso en la India. Que nunca se detiene.
Muchas veces me ha sorprendido aquí la resiliencia con la que las personas afrontan situaciones terribles. Una chica con discapacidad de los talleres que, a falta de medios para desplazarse, se arrastra por el suelo y te pide paso con una indestructible dignidad. La fuerza de las mujeres que llevan los materiales de construcción sobre la cabeza a 45 grados de temperatura. La manera desenfadada como Adyama me cuenta las tres veces que le ha picado un escorpión o me habla de la mordedura de serpiente (con las secuelas neurológicas que ello puede suponer y que ella tiene la fortuna de no haber padecido). La luz en los ojos de aquella viejita, coja y achaparrada, que me tomó de las manos una tarde junto a la carretera.
Muchas veces me ha sorprendido esa fuerza vital que los empuja. En Europa obviamos la vida, la existencia. Aquí la vida no da tregua y lo que se obvia es la muerte.
Así que hablando nuevamente de la flor de loto, me pregunto si su belleza no parece más verdadera porque se enfrenta a la suciedad y al sufrimiento. O porque precisamente nace de ella. "You cannot grow lotus flowers on marble. You have to grow them on the mud" dice Thich Nhat Hanh "Without mud you cannot have a lotus flower. Without suffering, you have no ways in order to learn how to be understanding and compassionate"  Es posible entonces que no se encuentre la misma belleza dentro de un jardín. Que no puedan crecer flores con la misma delicadeza que una flor de loto.
Yo siento que el ser humano es capaz de brillar en cualquier parte del mundo. Que "somos fueguitos" como decía Galeano. Pero quizá es solo cuando el alma está tan cerca del sufrimiento y la pena que puede transformarse en algo tan puro, tan bello, tan noble.


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