La India, tan profundamente ordenada y tan caótica al mismo
tiempo.
Todo está bien o mal. Claramente definido.
Se hablan lenguajes únicos. Pero no uno. La idiosincrasia es
diferente en cada parte del país. Y no hay explicación para muchas cosas.
Jerarquías, estructura y normas sociales que aplastan y
reprimen las emociones, los instintos, la libertad.
La familia es el núcleo de la sociedad y se defiende a costa
de la propia felicidad.
La desconfianza se refleja en los ojos de las viudas, de las
novias, de las mujeres.
El dolor se puede contar en las arrugas de los hombres.
El trabajo, la fatiga, se lee en las grietas de los pies de
los ancianos, apoyados en una vara como la que utilizan para matar serpientes.
El miedo se manifiesta en las pupilas de los niños, pero
también hay inocencia y esperanza.
Sin embargo.
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